Merlí: escenas para pensar la secundaria (fuera de serie)

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Gabriel Brener

(Trailer https://www.youtube.com/watch?v=e3N7YVTWw-I )

Reflexiones sobre la serie catalana Merlí,  estrenada en 2015.

Creada y escrita por Héctor Lozano y dirigida por Eduard Cortés.

Ser sujeto de contradicciones

Esta atrapante serie catalana hace zoom en Merlí Bergeron, un profe de secundaria que nos permite  ser testigos de un viaje, el de un enseñante y los singulares relieves que van asumiendo las contradicciones de este docente de filosofía, y por tanto de la condición imperfecta ( y siempre inacabada) de las decisiones pedagógicas en el contexto escolar. Con el adicional ingrediente de la “incorrección política” como modus operandi. Rasgo del modo de estar y hacer de Merlí, aunque para  aprovechar la trama como espectador y también para cualquier mirada crítica sugiero como primer intento acompañar, probar comprender antes que juzgar y condenar(lo), ya que estos últimos dos verbos cotizan en alza en los tiempos que corren.

Innumerables escenas áulicas en las que Merlí ofrece aciertos, tropezones pero también la embarra sin concesiones. Aciertos en las preguntas que saca a pasear ( sin correa) por la clase, que despabila adolescentes, hasta tal punto que deja en pausa la tentación por seguir con el celular, porque algunos/as estudiantes aprovechan el watsap para seguirla entre ellos, conmovidos por aquellas preguntas, y aun sin ánimo de hacer públicas sus ocurrencias. Aciertos que erosionan certezas y habilitan la interrogación como fuente de construcción de un razonamiento cuentapropista, que se aleja de ese cómoda aunque dominante lógica (tan mediática) en la que suelen pensar por uno/a, como si un par de zócalos alcanzaran para explicar el mundo.

Desmarcándose de las ficciones que tienden a idealizar la figura de un docente en aquel pedestal del superhéroe o que suelen ridiculizarlo hasta convertirlo en caricatura, el director de Merlí se le anima a un profe de a pie o de traspié, que vive como puede, la pelea en lo personal, y va sorteando claros y oscuros, como cualquiera. Me gusta a partir de algunas escenas, cómo se le hace lugar a la contradicción como forma de estar en un mundo que nos cuesta vivir, en una realidad que se torna líquida y a veces seguimos sólidos en el intento de dar con la respuesta, o viceversa.

La frontera entre lo público y lo personal

Con la misma intensidad de sus preguntas que abren mundos suele cometer errores, en especial al caminar en el borde de la frontera que separa lo personal de lo profesional. Nadie (o al menos yo) recomendaría que padre e hijo compartan el aula (bastante lio ya lo es por fuera de ella), ha sucedido y en este caso suma fichas para seducir al espectador de esta serie, aunque también evidencia aquello de la intimidad que se hace pública y viceversa. Merlí donde más la pifia es en ese difícil tránsito, a veces incómodo, del rol de padre de un adolescente, conjuntando dicha travesía con la de ser profesor del propio hijo. Aunque creo, lo más difícil allí es ser alumno de tu propio padre[1]. Merlí trastabilla cuando no puede separar con claridad labor pedagógica y vínculos de intimidad. Comienza una relación afectiva con Gina la mamá de un alumno de la clase, y en una situación problemática con el celular del estudiante, lo reprende pidiéndole que sea su madre quien venga fuera de clase a solicitar el teléfono incautado, por transgredir la norma. Por cierto, en toda la serie y en las clases, los celulares ponen en evidencia no solo la dificultad de sostener una norma, sino su presencia como un analizador de aquello que ocurre en el aula, entre pibes/as y docentes, válvula de escape para unos, atajo para un contradebate silencioso, carril para circular lo prohibido o el deseo.

Merlí, al igual que  aquella profesora  que afectada por su impotencia bofetea a un alumno en “Luna de Avellaneda”,(https://www.youtube.com/watch?v=zhcjEMOgJRI) http://fundacionfepais.org.ar/convivir-mejor-en-las-escuelas-por-gabriel-brener/  ofrece algo de la trastienda, lo que ocurre detrás de escena, que nos muestra más frágiles, más creíbles,  menos omnipotentes, asunto que a la pedagogía moderna y a los docentes  nos viene muy bien.  Para permitirnos mirar(nos) como docentes en el contexto no solo de la institución de la que formamos parte sino también en la vida personal, haciendo como podemos, ensayando en forma permanente con vidas liquidas que ya no encastran con mandatos de modernidad sólida del trabajo y el matrimonio para siempre, de familias “bien constituidas”, de relatos duraderos y una sensación permanente de certezas, aquello que cada tanto parece anhelarse  porque ofrecía cobijo, cierta seguridad o tranquilidad , combo que solía completarse con cierta dosis anesteciante, de las que va secando esa sed de salirse del molde, que a veces , mueve mundos o un cacho de vida.

Filosofía (no tan barata) y ubicar la piedra en cada zapato

A contramano de la profesora de Luna de Avellaneda, Merlí sabe hacia dónde quiere conducir a sus pasajeros/as, hay sentido en lo que elige para enseñar y conversar con este grupo, está convencido de la intención de despertar adolescentes con las ocurrencias de la filosofía, ubicando una pregunta en torno al deseo con Schopenhauer, hilando el razonamiento del filósofo con los propios deseos de los pibes/as, o con Michel Foucault para  poner en jaque la noción de normalidad, tan fértil, dolorosa pero necesaria de interpelar en la adolescencia, especialmente allí donde los pibes/as ensayan múltiples personajes , que entonan y desentonan con los valores instituidos de los adultos/as. Adultos/as que simulan estar centrados, que reprimen por no bancar sus temores, que se resisten a permitir o que permiten para no dejar de ser queridos. Adultos juvenilizados, restauradores del orden, los de tibia presencia, aquellos que administran (todo) el día, los ausentes (con y sin justificación), adultos de todos colores resisten o acompañan esos modos transitorios de cada adolescente de probarse ante el mundo.

Un colega, su archirrival desde un comienzo, un padre y otros/as profes de un modo más intermitente  lo acusan de corromper la tradición, la familia y las buenas costumbres,  ponen de manifiesto su rechazo ante Merlí a quien consideran un transgresor que busca hacer amistad con sus estudiantes. Tensión interesante para explorar como espectador/a, y más si somos docentes. A pesar de los desaciertos que se reiteran en  Merlí, no se trata de una relación de amistad, ni siquiera una demagogia condescendiente, es un profe que construye su autoridad en la enseñanza de algunos trazos de la filosofía, la atenta mirada en lo situacional[2] y en especial, el respeto y afecto hacia cada adolescente. Aunque también es cierto, no se detiene en ciertos cálculos preventivos respecto de algunos señalamientos que a veces deberían estar sujetos a derecho de admisión entre su irrupción en estado primitivo  y su verbalización. Merlí como cualquier docente puede tener pensamientos incorrectos, el arrebato que a veces nos provocan ciertas actitudes de los adolescentes, pero lo que no funciona en este profe y es clave en la relación pedagógica es la represión de aquello que irrumpe como impulso. Sería conveniente guardarlo, poner pausa, no verbalizarlo, o mejor aún, transformarlo en una señal que enseñe, un gesto, palabra o indicación como medio de orientación y no como descalificación. Merlí tropieza y se equivoca, y padecen los otros/as.

Algunas sombras que no llegan a oscuridad

Lo que nuestro querido Merlí no contempla en la medida de lo necesario es aquello de  planear sus viajes en esta escuela siendo parte de una tripulación y no un eterno outsider. El se involucra de un modo muy interesante con los pasajeros/as, incluso con algunos/as adultos pero es esquivo con sus colegas, parece no sentirse cómodo siendo parte de un colectivo, mostrando ser más partidario de jugar la propia, como a veces  Messi en el Barça, apostando su diferencia en el despliegue y la consagración individual. Con la tripulación solo aparece indiferencia, una actitud reacia para involucrarse, declarada enemistad con un profesor al minuto cero de conocerse, un encuentro amoroso con una colega y bastante desconfianza mutua. Es probable que los desaciertos en algunas de sus decisiones o intervenciones encuentren tierra fértil en la dimensión del trabajo colectivo de los docentes que en Merlí brilla por su ausencia. Haciendo aún más grave su individualismo al prestarse a conversar/ desautorizar a otro colega con los/las estudiantes. Aunque en tren de sincerarnos, el trabajo individual en las escuelas es parte de su ADN y diseño histórico y no culpa de Merlí o del de física o la de literatura. Este flanco débil en Merlí nos sirve como excusa para pensar en el trabajo colectivo como condición indispensable para fortalecer y transformar la escuela secundaria. La eficacia de la tarea individual del docente reside en cuánto y de qué manera se liga y reconoce como parte de un colectivo y no se libra a la suerte de “cada maestrito con su librito”. Y allí el papel de la conducción de una institución es vertebral, definitoria, que dista de ser el caso del director en esta serie que parece correr detrás de los acontecimientos o evitar conflictos más que decidir aprovecharlos.

Otra sombra que no llega a oscuridad pero bien vale destacar se relaciona a ciertos estereotipos de género que podemos advertir en esta serie. En un artículo reciente (http://zena.cat/es/machismo-y-estereotipos-de-genero-en-merli/) con el cual comparto algunas críticas que formulan y disiento en otras,  se señala con pertinencia la desproporcionada presencia masculina (10 a 3) respecto a la femenina, al mismo tiempo que indica que las mujeres están  infrarrepresentadas entre estudiantes y profesores y sobrerrepresentadas en el ámbito familiar, así como ciertas marcas de seducción que se “masculinizan” solamente o el lugar de la mujer inferiorizada o solo como efecto de lo que hace un hombre (sea una ex pareja, entre estudiantes, etc.).

Merlí, al igual que el profesor de la película “Entre los muros” (Francois)(https://denadiesyderechos.files.wordpress.com/2010/02/pensarentremuros_brener.pdf)  , ensaya diversos modos de construir una labor pedagógica diferente a la tradicional, se le anima más a la incomodidad del cambio que al confort de la permanencia, del siemprelomismo. A ambos los traiciona, por momentos, la omnipotencia de la pedagogía moderna, la propia condición machista de una sociedad patriarcal. Estas críticas de género bien valen para revisar la naturalización de ciertas respuestas, de modos de estar, ser y encarar en las que a pesar de portar una palabra y gesto democrático nos traicionan los actos de la tradición en la que nos formamos. Como con la gramática de la lengua, su virtud reside en que no somos conscientes de las reglas gramaticales cuando hablamos y en aquello que es invisible y se automatiza reside tanto su eficacia como su límite. Buena señales para aprovecharlo como asunto de debate entre colegas.

Con todos juntos y con cada uno

La escuela, tal como la conocemos ha sido siempre una tecnología moral, de disciplinamiento (vigilar y castigar[3]) aunque también pastoral( herencia eclesiástica del pastor y su rebaño, allí el cuidado, también el paternalismo del falso amor diría Richard Sennett[4]), en la que ha prevalecido una lógica del todos juntos y al mismo tiempo. La inclusión (en el siglo XX) ha sido sinónimo de homogeneización. Todos adentro, de un mismo modo y cada cual en su escalón. Por cierto una inclusión bastante excluyente, negando o demonizando la diferencia. Casi siempre ha sido muy difícil combinar el todos juntos con el cada uno/a, más bien parecían dos cuestiones mutuamente excluyentes. La inclusión más democrática es un claro desafío escolar para este siglo XXI, y eso supone derribar esa condición binaria excluyente y pensar /poner en acción una escuela en la que todos juntos y con cada uno/a se practique al mismo tiempo. Hay que ir por una otra distribución de tiempos, espacios y responsabilidades, que interpelen la gramática escolar secundaria con otros formatos que acompañen y fortalezcan las trayectorias de los y las estudiantes.  Estos cambios de formas y fondo en la escuela también suponen cambios en la mentalidad pedagógica imperante.

Merlí ofrece algunos auspiciosos pasajes de un trabajo de enseñanza con todos juntos así como deliciosos  intercambios en el uno a uno. Hay momentos muy auspiciosos en su relación con Iván, el estudiante que abandonó la escuela por sus ataques de pánico que él comienza a visitar y al que logra poner de pie y su regreso a la escuela. Además ejerce el rol de tutor en el colegio, lo cual nos permite explorar esa interesante función escolar que se ubica en un lugar de terceridad, clave para interferir y acompañar las trayectorias de estudiantes. Merlí provoca situaciones de encuentro, hay diálogos conmovedores. Aunque lo traiciona cierto egocentrismo y algún aire de soberbia, también (lo inte) irrumpe un profundo humanismo, le duele el dolor de los demás y  hay deseo genuino por hacer pensar al otro/a, cambiarlo de lugar, construir empatía, incomodarlo para mirar al mundo y a sí mismo desde otra perspectiva. Merlí acompaña la sinuosidad de los procesos de aprendizajes escolares pero también ofrece una escucha atenta y sensible a los pesares, angustias, conflictos y tantas aventuras que supone el tránsito por la adolescencia, la convivencia con los otros en el aula. Es férreo cuando se opone a cualquier discriminación entre estudiantes,  intenta sincerar el vínculo entre generaciones, ya sea con profes o en las familias y la comunidad, aunque también caiga en manipulaciones ingeniosas, con buenas intenciones pero más cinematográficas (al estilo “Los simuladores”) que eficaces en lo pedagógico.

“Existe una cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra(…)”[5]

Hay algo en Merlí que lo habilita a esta cita secreta entre generaciones. Salir al encuentro de ciertos gestos o señales de este profesor es una ocasión para los y las que  nos seguimos emocionando con adolescentes que  disfrutan, se divierten, y al instante se apagan, se confunden y vuelven a encender,  que ensayan sin estrenar nunca y vuelven a reír, o siguen llorando. Pibes y pibas de tonos y colores diversos, amarrados y desamarrados, que ya estaban, que están llegando o aun no vinieron.

Merlí es una parada para quienes nos sentimos con la responsabilidad de ofrecernos como adultos, reinventando otra presencia en tiempos de tanta ausencia. Adultos disponibles, para escuchar por fuera de lo esperado, para poner los puntos, bancándonos amagues, también ninguneos, adultos que estamos convencidos de divorciamos de la omnipotencia de quien se asegura protector y solo ofrece confianza a quienes aceptan ser una réplica o repiten lo que uno quiere escuchar.

Merlí es una imperfecta ocasión para seguir ensayando otra pedagogía para transformar la secundaria.

Gabriel Brener Lic. En Cs. Educación (UBA) Especialista en Gestión y Conducción del Sistema educativo y sus instituciones (FLACSO). Docente de la cátedra de Didáctica General del Profesorado en la Facultad de Filosofía y Letras de UBA y de la carrera de Especialización en Conducción Educativa del ISFD J.V González, así como profesor del Diploma y de la Especialización en “Curriculum y Practicas Escolares en Contexto”, de la FLACSO y de la Universidad Nacional de Hurlingham. Fue docente y directivo  director de escuelas secundarias. Co-autor “Violencia escolar bajo sospecha “(Comp. Carina Kaplan ) Ed. Miño y Dávila Bs As. 2009. Co autor de “La escuela inquieta. Explorando nuevas versiones de la enseñanza y del aprendizaje” Comp. Carina Rattero. Ediciones. Autor de “Periodismo Pedagógico. De escuelas, violencias, medios y vínculos entre generaciones” Editorial Mandioca. Bs.As. 2014. Autor y compilador (junto a Gustavo Galli) de “Inclusión y calidad como políticas educativa de Estado. O el mérito como opción única de mercado”, Grupo Editorial Parmenia, Bs.As. 2016.


[1] Si bien la cámara hace zoom en Merlí, su hijo padece sus torpezas para ubicarse en el rol de padre o profe según la circunstancia. Hermoso es aprender de tu padre pero quizás no porque aquel tenga el papel de enseñante, lo mismo que no hay mejor que enseñarle a un hijo sin ese forzamiento de que sea uno de tus alumnos. Difícil frontera, que en lo posible habría que evitar.

[2] Cuando planteo lo situacional, lo reivindico, aunque también hay una límite a considerar. Muchos docentes seguimos, a veces, enfrascados en aquella lógica de un presente como inversión para el futuro, descuidando las rugosidades de lo que está aconteciendo, desaprovechando la potencia de lo situacional, enorme o diminuta, pero eficaz oportunidad que desafía habilidades de sortear imprevistos, pero que especialmente permite satisfacer este momento y no demorarlo solo porque lo que hacemos hoy es un bien a largo plazo. Aunque agotar toda la energía en lo situacional puede empañar algunos trazos de mayor alcance en el tiempo, algo de lo estratégico. Para ello es menester sentirse parte de algo que me excede, de un grupo, de una institución. La gambeta individual que caracteriza a Merlí impide que forme y se sienta parte de un equipo, y por tanto de una estrategia que supere lo situacional y/o individual.

[3] M.Foucault en su inigualable obra  nos permite comprender la condición disciplinaria de la organización escolar moderna.

[4] La autoridad de Richard Sennett (1998.  Editorial Anagrama,Madrid,2000) es lectura necesaria para comprender como se construye la autoridad moderna, y aporte sustantivo para aprovechar sus notables trazos parta mejor entender la autoridad pedagógica.

[5] Walter Benjamín (1892-1940) Tesis de filosofía de la historia. “Existe una cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra. Y como a cada generación que vivió antes que nosotros, nos ha sido dada una flaca fuerza mesiánica sobre la que el pasado exige derechos. No se debe despachar esta exigencia a la ligera. Algo sabe de ello el materialismo histórico.” 1940. Traducción de Jesús Aguirre. Taurus, Madrid 1973

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